Archivo diario: 10 octubre, 2011

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Escaleras cc @taitechu, originalmente cargada por rutroncal.

A veces la vida es como una escalera… nos vamos encontrando escalones que podrían asemejarse a los esfuerzos o a las dificultades que vivimos o experimentamos en el día a día…

Hay escalones más empinados y que hacen que tengamos que tomar aire para poder subir de un salto y otros que son tan bajitos que ni tan siquiera somos conscientes de que seguimos subiendo…

La altura de la escalera podría ser lo larga que es nuestra vida… y el ángulo de cómo de empinada está, sería el nivel de vicisitudes que atravesamos…

Lo malo es que a veces avanzamos a través de la escalera de nuestra vida sin mirar atrás y fijándonos en el siguiente escalón, olvidando todo lo que llevamos avanzado y subido y/o otras veces, estamos tan pendientes de lo que hemos subido, de la pendiente que hemos alcanzado que corremos el peligro de caernos por un «mal de altura»…

Creo que deberíamos valorar todos los escalones que hemos subido, que hemos atravesado, sin dejar de mirar hacia delante, porque sino corremos el peligro de caernos «escaleras abajo», ¿no creéis?


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Playa de Cadiz, originalmente cargada por rutroncal.

Atardecer en Cádiz de Mercedes Alexandre

A la orilla de la playa
se va muriendo la tarde
y por la glauca bahía
navega un velero herrante.
Una aroma marinera
va embriagando al viejo Cádiz
y perfumando las alas
de gaviotas arrogantes.
Soñando sobre la arena
cruzo montañas y mares,
planeo sobre la costa
y salinas hechas pirámides.

Vuelvo de nuevo a la playa,
dejando los sueños morir
igual que lo va haciendo la tarde.

Sacado de http://comunidadpoetica.com/index1.php?ir=comunidad/ver_poema.php&id=2597&pid=34224


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En ocasiones a veces la gente se pregunta si las amistades a través del 2.0 son tan reales como las del 1.0… supongo que es porque no se han dado la oportunidad de conocer a alguien más allá de la pantalla de un ordenador y piensan (tal vez) que el protegerse a través de un nick o de un avatar es eso, poner una barrera a conocer realmente a la persona que hay detrás.

Personalmente la vida 2.0, en redes, me ha acercado a muchísima gente que están en muchos casos mucho más cerca que muchos conocidos del 1.0.

Quisiera dedicar este cuento de Paulo Coelho, El círculo de la alegría a todos los que gracias a sus «tuits», comentarios en el muro, mensajitos de whatsap o heytell alegran y transmiten alegría por donde pasan…. los que están en mi vida… mis amig@s del 2.0 y del 1.0 también va para ellos este cuento.

Cuenta Bruno Ferrero que cierto día un campesino golpeó con fuerza la puerta de un convento. Cuando el hermano portero abrió, él le extendió un magnífico racimo de uvas.
-Querido hermano portero, estas son las más bonitas producidas por mi viñedo. Y vengo aquí para regalarlas.
-¡Gracias! Las llevaré inmediatamente al abad, que se alegrará con este ofrecimiento.
-¡No! Yo las he traído para ti.
-¿Para mí?-. El hermano se sonrojó porque consideraba que no merecía tan bello presente de la naturaleza.
-¡Sí! – insistió el campesino. – Porque siempre que golpeé esta puerta tú me abriste. Cuando necesité ayuda porque la sequía había destruido mi cosecha, tú me dabas todos los días un pedazo de pan y un vaso de vino. Yo quiero que este racimo de uvas te traiga un poco del amor del sol, de la belleza de la lluvia y del milagro de Dios, que lo hizo nacer tan hermoso.
El hermano portero colocó el racimo frente a él y pasó la mañana entera admirándolo: era realmente precioso y por eso resolvió entregar el regalo al Abad, que siempre lo había estimulado con palabras de sabiduría.
El Abad se puso muy contento con las uvas, pero se acordó de que había en el convento un hermano enfermo y pensó:
«Le daré el racimo. Quizá puede aportar alguna alegría a su vida».
Y así lo hizo. Pero las uvas no permanecieron mucho tiempo en la habitación del hermano enfermo, porque éste reflexionó:
«El hermano cocinero ha cuidado de mí durante tanto tiempo, alimentándome con lo mejor que tenía. Estoy seguro de que se alegrará con esto».
Cuando el hermano cocinero apareció a la hora del almuerzo, trayendo su comida, él le entregó las uvas.
-Son para ti- dijo el hermano enfermo. – Como siempre estás en contacto con los productos que la naturaleza nos ofrece, sabrás qué hacer con esta obra de Dios.
El hermano cocinero quedó deslumbrado con la belleza del racimo, e hizo que su ayudante observase la perfección de las uvas. Tan perfectas – pensó él – que nadie mejor que el hermano sacristán para apreciarlas; como él era el responsable de la custodia del Santísimo Sacramento, y muchos monasterios lo consideraban un hombre santo, sería capaz de valorar mejor aquella maravilla de la naturaleza.
El sacristán, a su vez, obsequió las uvas al novicio más joven, para que éste pudiera entender que la obra de Dios está en los menores detalles de la Creación. Cuando el novicio las recibió, su corazón se inundó de la Gloria del Señor, porque nunca había visto un racimo tan lindo. En ese momento se acordó de la primera vez que había llegado al monasterio y de la persona que le había abierto la puerta: había sido ese gesto el que le había permitido estar hoy en aquella comunidad de personas que sabían valorar los milagros.
Así, poco antes de caer la noche, llevó el racimo de uvas al hermano portero.
Come y aprovecha – le dijo. Porque pasas la mayor parte del tiempo aquí solo y estas uvas te harán muy feliz.
El hermano portero comprendió que aquel presente le había sido realmente destinado, saboreó cada una de las uvas de aquel racimo y durmió feliz.
De esta manera, quedó cerrado el círculo: el círculo de felicidad y alegría que siempre se extiende en torno a las personas generosas.

Y vosotros ¿cuán generosos sois con los que os rodean?


La Canción de Jan

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Próxima tertulia literaria de la biblioteca municipal de Andosilla, el 18 de octubre.


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